Escuela
Secundaria Técnica Num.74
“Profr. Carlos Tijerina Torres”
“Profr. Carlos Tijerina Torres”
Hambre,
alta tecnología y desigualdad social.
Nombre:
Tomás Morales Chávez.
Grado: 3° Grupo: “C”
N.L: 22
Viejas
preguntas, ¿futuras respuestas?
Miles de seres humanos mueren cada año de inanición.
Ante un contraste tan dramático surgen interrogantes elementales. ¿Se trata de
un problema de disponibilidad de alimentos o de una distribución regresiva del
ingreso que impide a determinados
segmentos sociales acceder a ellos? Y también, ¿Acaso nosotros estamos ayudando
a que termine la inanición? La respuesta, No. Por ejemplo, muchos, más bien, la
mayoría de los países de África sufren de inanición, pobreza, entre otras
cosas.
Algunas de estas preguntas son de larga respuesta, pero
en ambos casos las respuestas tienen lugar en un nivel económico, productivo,
tecnológico y social que ha cambiado significativamente a lo largo de las
últimas décadas.
Consecuentemente, el problema global del hambre no
sólo sigue vigente, sino que se ha tornado más complejo y más grave.
El problema
del hambre: El ayer y el hoy.
Las formas de aprovisionamiento de alimentos son temas
que han preocupado a la sociedad desde tiempos remotos. Desde mediados del
siglo XX, el problema del hambre fue visto como una batalla entre la producción
de alimentos y el crecimiento de la población. Aquí, la tecnología aparecía
como la llave maestra para la solución del problema de la disponibilidad.
Se decía que la endeble producción agrícola no podría
abastecer plenamente los requerimientos alimentarios porque en países con
sistemas agrícolas avanzados los rendimientos habían alcanzado un límite y
estaban en uso todas las superficies cultivables de mejor calidad. Entendiendo
mejor, la investigación agraria comenzó a considerarse esencial y pasó a tener cierta
relevancia en las agendas públicas, como respuesta a la problemática de la alimentación
mundial.
Los esfuerzos conjuntos de diversos países e instituciones
en materia de investigación y difusión de nuevas tecnologías agrarias —semillas
de alto rendimiento, fertilizantes, herbicidas y maquinaria— derivaron en un
aumento de la producción de productos primarios y de alimentos.
Tiempo más tarde, el desplazamiento de las fronteras
cultivables y una mayor productividad elevaron la producción, pero debido al
crecimiento poblacional comenzaron a generarse nuevas inquietudes sobre la
capacidad del planeta para sostener con sus recursos finitos la creciente producción
de alimentos.
En 1972, poco antes de la crisis del petróleo, fue publicado
el Informe sobre los límites del desarrollo, donde se realizaron estimaciones
sobre el crecimiento de la población, el crecimiento económico y la evolución
de lo que denominaban la “huella ecológica” de la población en la tierra para
los siguientes cien años. En este informe se sostenía que el planeta imponía
límites al crecimiento que hacían que el crecimiento exponencial de la población
y el producto no fueran sostenibles en el tiempo. La conclusión del informe de 1972 fue la
siguiente: si el actual
incremento de la población
mundial, la industrialización, la contaminación, la producción de
alimentos y la explotación de los recursos naturales se mantiene sin variación, alcanzará
los límites absolutos de crecimiento en la Tierra durante los próximos cien años.
No obstante, la disponibilidad de alimentos fue
acompañada por una distribución del ingreso, especialmente en sociedades menos
desarrolladas, donde se acentuaban los problemas de accesibilidad en simultáneo
con la creciente sofisticación en el aprovisionamiento de alimentos: nuevos
envases, alimentos industrializados y marcas comerciales, entre otras
novedades.
Esta situación generó la reacción de un grupo de
científicos latinoamericanos, en el marco de la Fundación Bariloche, cuya
posición crítica fue plasmada en el Modelo Mundial Latinoamericano.
Esta crítica apuntaba, a que el modelo del Instituto
Tecnológico de Massachusetts (Massachusetts Institute of Technology) atribuía
el subdesarrollo y la pobreza —y con ello el hambre— a la superpoblación de los
países en vías de desarrollo, así intentaba demostrar que los límites al crecimiento
tenían un carácter físico.
Hacia la década del noventa, los estudios comenzaron a
mostrarse más optimistas respecto al futuro, basados en la capacidad de la
tecnología para resolver los problemas del presente, aunque enfatizando en la
necesidad de lograr un desarrollo sustentable en términos ambientales, y la
necesidad de establecer en las agendas políticas mundiales la lucha contra el
hambre también cobró impulso. Últimamente, en el mundo muchos países hacen
conciencia de lo que está pasando, así que los gobernantes de cada país que
ayuda manda damnificados a los países que se encuentran en nivel de pobreza y
también de desnutrición, tal como paso después del terremoto que hubo en Haití.
En un marco de ideas sobre el problema del hambre,
surgieron nuevos conceptos. En la Cumbre Mundial de la Alimentación de 1996, la
FAO oficializó el concepto de seguridad alimentaria, en el cual se definió como
“la disponibilidad de alimentos suficiente, estable, y sustentable en largo
plazo, así como el acceso universal a los alimentos necesarios para el pleno
desarrollo de los individuos”
Esto implica reconocer el derecho de los pueblos a:
·
Definir sus propias políticas a
partir de sus circunstancias culturales únicas.
·
Dar prioridad a la producción de
alimentos a nivel local basada en campesinos y pequeños productores, utilizando
sistemas de producción sustentables.
·
Establecer precios justos para los
agricultores y defenderlos de política de precios predatorios.
·
Garantizar el acceso a los recursos
naturales por medio de acciones de redistribución, control comunitario de los
recursos productivos, protección de las semillas y su libre intercambio en
contra del patentamiento.
·
Realizar inversiones públicas
significativas.
A partir de todo lo que hemos visto, es tiempo de ver
el problema, ¿Como evolucionó el problema de la alimentación en los últimos 50
años? Si bien la superficie cultivada creció muy lentamente, la producción de
alimentos, lo hizo mucho más rápidamente.
El secreto estuvo en el impacto positivo de la
tecnología, materializada en mejores rendimientos por hectárea. Por lo tanto,
pese en los últimos años ha aumentado la producción de alimentos, el hambre no
sólo ha disminuido, sino que ha crecido.
En regiones del mundo, el hambre crónico es,
principalmente, un problema asociado a la pobreza y a la mala distribución de
la riqueza entre/dentro de las naciones, en un sistema con ineficiencias en la
distribución de los alimentos y en las políticas. Como fue señalado, se generan
alimentos suficientes para alimentar a toda la población mundial pero, al mismo
tiempo, persiste el hambre en parte importante de ella.
Lamentablemente, con los problemas derivados del
consumo insuficiente de alimentos, se observan excesos de consumo en algunas
zonas favorecidas (como Estados Unidos, China) que son lugares en el que hay
mucha riqueza y también, principalmente, mucha comida y muchos restaurantes, no
se preocupan por otros países que son pobres. Vale la pena hacer una nota
adicional al problema. A partir de la situación estructural, en los últimos
años (especialmente desde 2007 hasta fines del 2008), se produjeron aumentos de
precios sustantivos en una serie de productos primarios que rápidamente
agravaron el problema del hambre.
Aunque la crisis financiera, aunque derivó en
reducciones sustantivas en algunos precios, no se reflejó aún con idéntica
magnitud en el mercado de los alimentos. Más allá de los precios, persisten
algunas de las causas, como vienen siendo el uso de materia prima agraria para
biocombustibles o el fenómeno de la urbanización de sociedades masivamente
rurales, que afectarán la demanda y los precios de los alimentos, así como
también el tema de la pobreza a futuro.
Ello lleva a presumir que el incremento evidenciado en
los últimos años en el número de personas subalimentadas responde, en buena
medida, a los problemas de accesibilidad.
Producción y abastecimiento de alimentos
industriales.
Una mayor producción de granos, carne y leche no se
hace de una manera automática en oferta de alimentos disponibles para los
consumidores, menos si vienen siendo urbanos. Existe en el medio una larga serie
de pasos de transformación industrial, acondicionamiento, concentración,
transporte, logística y comercialización hasta llegar a los consumidores.
Como un problema, el precio pagado por los
consumidores refleja cada una de estas etapas con sus rasgos dominantes: existencia
de barreras tecnológicas, controles estatales y escalas productivas.
Una alternativa se refiere a aquellas materias primas
que requieren un proceso de transformación (trigo, maíz, cacao, café) que por
lo general están sujetas a las reglas industriales.
Recientemente, la fase comercial ha cobrado una
inadecuada relevancia. De la mano de cadenas de distribución, varias de ellas de
cobertura global, se establecen mecanismos desde distintas geografías, con
marcas propias y gigantes sistemas de abastecimiento, nuevos conceptos
comerciales (el arrendamiento de los espacios en góndola y la tercerización de
actividades) y un uso difundido y crítico de las tecnologías de la información:
desde los códigos de barra hasta los sistemas de abastecimiento en línea.
De esta forma, si se tiene mayor disponibilidad de
materias primas viene siendo aspecto de un problema. Para lograrlo y
convertirlas en alimentos, se necesita de una larga serie de etapas de
transformación. No obstante, el marco general puede darse distintas configuraciones,
cada una de las cuales afectará el precio que percibe el persona que lo consume,
a partir del cual se define la accesibilidad a los alimentos.
Buena parte de los estratos de pobreza mundial, se
ubican y tienen como epicentro severos problemas de distribución inicial en
tierras y derechos de propiedad.
Sin embargo, es válido analizar ciertos factores que
son clave para el futuro de las cadenas de provisión de alimentos. Hay aquí
algunos factores.
·
Estructuras
de mercado. En varias de las actividades existen fuertes
concentraciones empresarias que se expresan en mercados poco competitivos y, consecutivamente,
precios alejados de los costos unitarios.
·
Tecnología
e innovaciones. Los alimentos se han tornado complejos rápidamente desde
el punto de vista tecnológico, con su consecuente impacto sobre los niveles de
precios.
·
Sustentabilidad. La expansión reciente y potencial de la producción de
insumos agroindustriales necesariamente presiona sobre recursos naturales
finitos.
Ha habido muchos problemas agronómicos presentes en
diversas regiones, como la erosión del suelo, la pérdida de biodiversidad y la
contaminación del agua, etc, pueden reducir, a futuro y de manera irreversible,
la producción agrícola y, llevar con ello, la capacidad de generar los alimentos
necesarios para alimentar a la población creciente.
Aunque, la creciente de población nuevamente reedita
los dilemas de la década del sesenta y sus modernas preocupaciones maltusianas,
ahora por alimentos y usos industriales de la materia prima.
Sin embargo, existen varias líneas de acciones que
coinciden en la mejora de los rendimientos, antes que en la expansión de la
frontera productiva:
· Trabajar sobre la biología de las
plantas para modificar genéticamente las tasas de conversión de energía que toman
del ambiente.
·
Alterar la conducta de las plantas
a fin de adaptarlas a las condiciones actualmente poco favorables de los suelos
“marginales” y de las perturbaciones ambientales.
·
Mejorar biológicamente la calidad
de los suelos, adaptándolas a las plantas y a los animales.
·
Modificar contenidos de vegetales y
animales a fin de mejorar las características de los alimentos.
Así como en el pasado la disponibilidad de alimentos
crecía a una tasa superior a la mejora en los niveles de ingresos menos favorecidos,
la actual complejidad tecnológica en el aprovisionamiento de los alimentos
tampoco es acompañada por una mejor distribución del ingreso.
Puntos de
partida para una agenda política.
A pesar de que vivimos en un mundo dominado por las
comunicaciones globales, este tema no está presente cotidianamente en la
pantalla informativa ni toma la atención en las agendas académicas y políticas,
lo que lleva a una pregunta relevante como paso previo a su solución: ¿de quién
es, institucionalmente, el problema del hambre?
Primeramente, el hambre no es un problema individual
sino un desafío colectivo para el conjunto de grupos sociales y sobre todo, de
países. Se trata de resolver soluciones en cada uno de los planos específicos.
La gravedad del problema y la urgencia por hallar soluciones
sustentables en el largo plazo exige la generación de una conciencia colectiva, la cual, por lo menos
inicialmente, debería intentarse a través de la cooperación internacional. Como
por ejemplo, en los países ricos hay mucha comida y alimentos, y sin embargo,
otros países no sienten lastima que en otros países no consuman alimentos, como
los países con nivel económico alto.
Una primera conclusión revela entonces que “el ámbito”
de solución del problema se encuentra altamente fragmentado y se está
debilitando la percepción del dramatismo y realismo que alcanza. A menudo, la
seguridad mundial, algunas enfermedades, ocasionales desastres naturales y otros
temas similares desplazan el foco de atención.
Una segunda conclusión indicaría que, a nivel país,
además del tema de los recursos involucrados y mas allá de la existencia de
planes globales, existe amplia cantidad de iniciativas implementadas por
múltiples institucionalidades con poca persistencia temporal y un marcada
descoordinación entre políticas enfocadas en la oferta respecto de las
demandas.
Pero la verdadera conclusión es que este problema no
es de los últimos años, este problema se a llevado muchos años atrás, lo que
hace a que varios países ricos se olviden y mucho peor, que se olviden de los
países que no tiene dinero ni alimentos que consumir
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